jueves, 21 de noviembre de 2013

Inclinandose mi orgullo
para saludar la cautela
con la que tus talones
son rozados por el viento,
haciendo ademanes
insinuosos
más dedicados a tu
piel que a tus ojos
e intentando restregar
mi vista para sentir
tus poros,
se prepara mi cuerpo
para percibir los latidos
que recorren tu vientre
y de los lóbulos a tu vulva.

Par de dudas
sobre el nombre que poseo,
sobre la naturaleza
del animal que me conduce
una vez que mi corazón
está jadeando, un animal
hipersensible o uno más
deseoso de gritos y
de marcas de barniz
en mi espalda.

Mis extremidades no bastan
para la lujuria con la que te miro,
porque está fuera del sentido
corporal, porque está
libre de la vida y la muerte,
y porque hasta los colores
que vistes lo hacen  con mis ojos

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